Me encantaba pintar.
Pero tener siempre en casa preparado el caballete no era posible, y montar y desmontar, poner, limpiar y quitar todos los utensilios para un ratito era demasiado engorroso. Ni que decir tiene que mantener tarros con trementina y barnices además de engorroso era bastante peligroso. Así que acabé arrinconando los pinceles.
Cuando llegué a la universidad, en la asignatura de dibujo, me pidieron varios estudios gradualmente más complicados, hasta que llegó la copia al natural. Daba igual de qué (si naturaleza viva o muerta) pero tenía que ser copiado sin transferencia de ficha. Sólo valía la observación y un lápiz.
Escogí una figura que todavía ronda por la casa de mis padres, me puse música.. y empecé pensando que sería una tarea imposible.
El resultado me sorprendió a mi misma. Fuí capaz de terminar sin demasiados retoques y sin romper la hoja una sóla vez.
Y si.. con los lápices de colores podía dibujar y PINTAR igual que con los óleos, y además llevármelos a todas partes.. eso había sido una gran conquista.

Cayó en mis manos este libro, y pensé que podía intentarlo.
Soy bastante autodidacta. He aprendido muchas cosas sola, leyéndolas de libros y manuales.
El libro es muy asequible. Empieza con dibujos sencillos, explicando técnicas muy resultonas y efectistas.
Recuerdo que uno de los ejercicios era dibujar a todo color, dos vistas del Parque Güell de Barcelona sólo utilizando los colores primarios más el negro (negro, azul, amarillo y rojo). ¿¿Imposible??, no. Esos dos dibujos que conseguí terminar, ahora cuelgan en un rincón de la casa de mis amigos Alain e Hiromi en Den Bosch (Holanda).
Me crecí. Tengo que reconocerlo. Si era capaz de conseguir unos cuadros tan coloridos con sólo 4 colores, ¿qué pasaría si utilizaba los 36 restantes de la caja?
Pues tenía que intentarlo, aunque el proyecto propuesto para dibujar por el autor del libro tenía miga: el retrato de su nieta.
Seguí las instrucciones paso a paso y no fué difícil conseguir este resultado:
Lo malo, o lo bueno que tienen los retos es que por difíciles que parezcan, cuando los acabas eres incapaz de quedarte ahí; siempre necesitas subir otro escalón. Ese escalón llegó cuando mis padres celebraron sus bodas de plata. Tenía que hacerles un regalo y no tenía dinero para comprarles nada importante como ellos se merecían. Así que me acordé del señor Parramón y de sus enseñanzas, y me aventuré a hacerles unos retratos.
Pero eso, os lo enseñaré en otro momento.